Crónica de la exhumación y salida de los restos del soldado desconocido tras 90 años en la Plaza Baquedano : EX-ANTE:Por Cristian Bofill

Los militares llegaron a las 10 am del jueves a la plaza vestidos con overoles azules y cerca de las 11 am empezaron a excavar. A las 4 pm tocaron el féretro metálico, que estaba en buenas condiciones, pero de un color cobrizo por el óxido. La exhumación fue exitosa, comentaron. Entonces vino lo difícil. La salida del soldado desconocido desde la plaza donde estuvo desde 1931 estuvo marcada por gritos e insultos de contra manifestantes, y la premura por retirar los restos antes de las protestas del viernes, donde el monumento podía, nuevamente, ser vandalizado.
La recepción: A las 10:14 pm de este jueves, 11 militares con tenida de combate permanecían formados en el lado sur de Plaza Baquedano, perpendiculares a la tienda color arena donde estaban los restos ya exhumados del soldado desconocido de la Guerra del Pacífico. Uno de los militares llevaba una trompeta. Eran la guardia de honor. Una veintena de personas, algunas con banderas chilenas y una con un arreglo de flores, miraba atenta desde el límite externo del radio de la plaza, junto a un 4×4 Storm del Ejército. En un pendón blanco con letras oscuras se leía: “Fundación Amigos Guerra del Pacífico Domingo del Toro Herrera”. En las veredas de Providencia, Vicuña Mackenna y Merced calle había mas gente, pero sin banderas chilenas. Una llevaba una mapuche. Al sur de la plaza estaban estacionadas patrullas y furgones policiales. Hacia el norte estaba el carro lanza aguas. Se escuchaban gritos y silbidos. Un minuto después, la guardia de honor desapareció detrás de la carpa. “Para qué iban a estar afuera escuchando insultos”, comentó un oficial. La excavación: Los militares habían llegado a las 10 am a la plaza, en una van blanca, la mayoría vestidos con overoles azules. A las 10:30 am levantaron la tienda color arena donde trabajarían sin ser vistos, y cerca de las 11:00 am empezaron a taladrar. Eran 7 militares junto al comandante Pablo Vigneaux, 42, de la comandancia general de Guarnición Metropolitana, quien dijo que usaron “equipos neumáticos para romper una capa de 60 centímetros a 65 centímetros de hormigón, para luego encontrarnos con la tapa de la sepultura original, que es de piedra”. La tapa tenía 10 centímetros de grosor. Tenía un pequeño orificio, de un centímetro de diámetro, en su extremo superior izquierdo. “Eso fue lo que nos permitió, en definitiva, saber en qué estado se encontraba la tumba”, dijo. La exhumación: Usaron una grúa y tecles para levantarla. En el lugar también había personal del Consejo de Monumentos Nacionales, organismo que este miércoles 20 autorizó la exhumación, solicitada un día antes por el Ejército, tras la vandalización al monumento en el segundo aniversario del 18-O. A las 4pm tocaron el cajón. Estaba hecho de fierro forjado, pero tenía un color cobrizo por el óxido. Medía un metro de largo por 53 centímetros de ancho y 43 centímetros de alto, sin contar las patas, según lo medido por el Ejército. Tras encontrarlo, el proceso se ralentizó para evitar dañar la estructura. Una vez fuera, personal sanitario la desinfectó. La inhumación: Los restos del soldado desconocido de la Guerra del Pacífico habían llegado a la plaza el 25 de agosto de 1931, donde habían sido depositados a los pies del monumento al general Baquedano, erigido 3 años antes en el lugar. El cuerpo había sido encontrado en 1900 por el mayor Enrique Phillips, quien, recorriendo el campo donde transcurrió la Batalla de Tacna de 1880, encontró un cadáver momificado con un uniforme chileno, ha relatado el general (R) Marcos López Ardiles, quien entrevistó a su sobrino nieto en 2013. Phillips improvisó un ataúd, lo llevó a su casa y lo dejó en el sótano, hasta que encontró un lugar adecuado para dejar sus restos: el recientemente inaugurado monumento al general que comandó al Ejército en esa guerra. Hace 90 años que los restos estaban en el lugar. La preparación: A las 10:38 pm había una veintena de personas en la carpa. El suelo de tierra era donde horas antes habían removido la base de hormigón. Un coronel, un mayor y una civil hablaban sobre cómo doblar la bandera chilena sobre el pequeño cajón metálico, ubicado sobre un carrito con ruedas, para que no quedara colgando hacia ningún lado. Hicieron una prueba, pero no los convenció el resultado. Levantaron la bandera y volvieron a empezar. Frente al féretro conversaban el delegado presidencial metropolitano, Emardo Hantelmann; el subsecretario de patrimonio cultural Emilio de la Cerda, y el general Cristóbal de la Cerda, comandante general de la Guarnición de la Región Metropolitana. Hablaban sobre la reparación de la estatua de Baquedano. “Hemos avanzado bien con el caballo, y nos queda la parte de los otros bronces por restaurar, más la base”, dijo el subsecretario, a las 10:42 pm. La guardia de honor: A las 10:54 pm, los 11 militares estaban formados otra vez, con un duodécimo ordenándolos. Los manifestantes con banderas chilenas eran el doble. Unos incluso llevaban gorros rojos al estilo de los usados en la guerra del Pacífico. Al pendón blanco se había sumado uno azul con letras amarillas donde se leía “Batallón Cívico Movilizado Chacabuco”. Un puñado llevaba chaquetas azules con la leyenda “Christel diputada”. Había cámaras en el límite externo del radio de la plaza. Los contra manifestantes habían crecido también. “Abajo la Patria”, “Milicos asesinos”, fueron 2 gritos distinguibles a las 10:56 pm. La partida: A las 11:02 pm los efectivos de overol azul abrieron el toldo frontal de la carpa y 4 militares salieron con el carrito con ruedas, cubierto con la bandera chilena, entre medio de pifias y gritos de apoyo. Avanzaron unos pasos y se detuvieron. “Honores. A los restos mortales. Del soldado desconocido de la Guerra del Pacífico. Vista a la derecha. ¡Atención, presentes!”, dijo el duodécimo hombre de la guardia de honor. Sonó la trompeta y el carrito avanzó, se detuvo, giró y fue llevado hasta al jeep Storm. El recorrido duró 2 minutos, pero pareció más: mientras sonaba la trompeta, los manifestantes empezaron a entonar el himno nacional. Del otro lado de la calle, los contra manifestantes pifiaban y gritaban insultos. Un puntero láser verde titilaba sobre el cajón metálico, quitando solemnidad al avance de los militares con el carrito. Los fotógrafos se acercaban al féretro. Cuando algunos manifestantes comenzaban a entonar la segunda estrofa del himno nacional, la de los valientes soldados, el jeep partió hacia el regimiento Buin de Recoleta. Algunos oficiales presentes comentaron que se trabajó de noche para evitar que los restos fueran vandalizados en las protestas de este viernes. No se podía esperar. Algunos de los presentes vieron la salida en la oscuridad como una huida, sin honor. El entorno de la plaza se vació rápidamente de manifestantes, de uno y otro lado. Ya sólo quedaba en el lugar la base de piedra, que pronto también será retirada.
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