Orden versus Violencia y Elite versus Pueblo: Los ejes cardinales de la elección presidencial. Por Kenneth Bunker:EX-ANTE : Por Cristian Bofill

¿Cuál será el factor más importante que definirá al vencedor de la próxima elección presidencial? No es una pregunta fácil de contestar, pero esos son los dos ejes cardinales que dominan la campaña y definirán su resultado. Vale la pena disecar en qué consiste cada uno, dónde se posicionan los candidatos y -lo más importante- por cuál se podría inclinar más al electorado.
Factores determinantes. Todas las elecciones se definen en base a nomenclaturas de factores de largo y corto plazo. Hay hechos estructurales que definen el voto (como clase o religión), y otros coyunturales (como el estado de la economía). Y es en esa combinación en que se posicionan los candidatos y conducen sus campañas. Quien mejor representa el posicionamiento general de la sociedad sobre esos ejes es quien tiene más probabilidades de ganar. En un elocuente libro sobre la elección de 2009/2010, el sociólogo Eugenio Tironi describe los ejes que han definido elecciones en Chile desde 1989. Inspirado en una extensa literatura de la ciencia política sobre clivajes, explica como los candidatos modifican sus posiciones para potenciar sus probabilidades de ganar, y cómo la ventaja de origen de Piñera, y la incapacidad de la Concertación de modernizarse, llevó a la emblemática derrota de Frei. Considerando esas tipologías, es relevante y oportuno pensar en cuáles son los clivajes que están definiendo la competencia actual. Pero no solo es relevante identificar dónde se posicionan los candidatos sobre esos ejes, sino que también dónde lo hace el electorado. Y, a todas luces, parecen ser dos ejes los que están dominando la elección. Uno, basado en la dicotomía “elite/pueblo”, y otro, en la tensión “violencia/orden”. El eje elite/pueblo. El primer eje es uno clásico, que al menos en la tradición chilena ha existido desde al menos 1925, cuando el padrón electoral se expandió significativamente por primera vez. La idea tras el eje está relacionada con la noción de una clase dominante y otra oprimida, relacionada en una especie de dialéctica marxista. Cuando la fuerza de la elite ha sido dominante, han ganado los candidatos de la elite. En el Chile actual esta distinción es muy clara en el contexto del estallido social, el cual ocurre para romper con el orden político, social y económico dominante. Si en elecciones anteriores, la ventaja la tenía la elite, en esta elección la ventaja la tiene el pueblo. Basta ver el 80% que apoyó el Apruebo en el plebiscito, y el resultado favorable para la izquierda y los candidatos independientes en la elección de constituyentes, para entenderlo. Tampoco es sorpresa que, de los seis candidatos, cinco apoyaron el Apruebo. Tampoco es sorpresa que ahora busquen traducir, o explicar, su apoyo a esa opción como parte de su intención de representar al pueblo. Evidencia de la dominación de este polo ya era visible en la primaria de la coalición de la derecha, en que los cuatro candidatos (Lavín, Sichel, Desbordes y Briones) estaban a favor del Apruebo (o contra la elite). El eje violencia/orden. El segundo eje es comparativamente transitorio, y tiene que ver con la posición de los candidatos frente a los efectos secundarios del Estallido Social, particularmente la violencia y su normalización. Aquí la pregunta dominante, que permite ordenar a los candidatos y al electorado sobre el eje, es sobre la legitimidad de la violencia que ocurre en el nombre del cambio, y cómo se define su naturaleza y su intención. La distinción en la clase política aquí parece ser clara: solo Sichel y Kast han estado a favor de condenar la violencia en todas sus facetas, a través de todos sus contextos. Los demás candidatos la han relativizado, siguiendo la pauta de la doctrina justificadora del constituyente Fernando Atria, que propone la premisa de que el cambio a favor del pueblo solo fue posible por la violencia. No es sorpresa, entonces, que los cuatro candidatos que se identifican con ideologías de centroizquierda e izquierda hayan justificado la violencia. Quizás el mejor ejemplo es la ley de indultos. Presumiblemente, el costo de estar a favor del orden, el otro extremo, los encasillaría junto a lo que las voces más estridentes del movimiento social han criticado como el mecanismo que oprime al pueblo e impide el cambio. Clasificación y estrategias electorales. Cruzando las ideas de arriba, y suponiendo que el eje elite/pueblo corre en un continuo vertical (de arriba hacia abajo), y violencia/orden en un continuo horizontal (de izquierda a derecha), tendríamos a Boric, Artés y a Enríquez en el cuadrante inferior izquierdo (violencia/pueblo) y a Sichel y a Kast en el cuadrante superior derecho (orden/elite). (Parisi está omitido intencionalmente por falta de definición). Lo anterior no implica que los candidatos están per se a favor de la violencia, solo que la justifican en la medida de su utilidad política. También cabe notar que a pesar de que Sichel estuvo a favor del Apruebo, y su historia personal lo debiese posicionar más cerca del pueblo, difícilmente logra escapar de ser encasillado como parte de la elite. En cualquier caso, tiene sentido pensar en el posicionamiento de los candidatos como algo relativo y variable. De cualquier forma, si las premisas son correctas, todos los candidatos de la oposición están abajo a la izquierda, compitiendo por el mismo voto, mientras que Kast y Sichel están arriba a la derecha, con dificultades de ajustar sus programas para posicionarse más cerca del pueblo y más lejos de la elite. En suma, lo que muestra la foto es representativa de la polarización política por la cual indudablemente transita el país. ¿Dónde está el electorado? Ahora, volviendo a la teoría, sabemos que el posicionamiento de los candidatos solo es útil electoralmente si están ubicados sobre bolsones electorales. Por eso, por ejemplo, no hay ningún candidato ubicado en el cuadrante superior izquierdo (elite/violencia). Los candidatos van donde están los votos. Y presumiblemente eso es lo que está pasando ahora. Los candidatos de izquierda piensan que el electorado está en el cuadrante inferior izquierdo. Pero, ¿es verdad que el electorado está en el cuadrante violencia/pueblo? Sin duda que están más hacia pueblo que elite, como se vio en el plebiscito y la elección de constituyentes. Pero ¿están más a favor de la violencia que del orden? Esa es la pregunta relevante, y a la vez, difícil de contestar. Relevante porque podría definir la elección, y difícil porque las posiciones políticas varían naturalmente a través del tiempo. Uno podría pensar que alguna vez la gente efectivamente estuvo a favor de (o comprensivos con) la violencia como mecanismo de acción política de cambio. Pues, por eso se explicaría el origen de proyectos de ley como el del indulto a los “presos de la revuelta”. Pero al mismo tiempo, es verdad que ese sentimiento viene en retroceso. Con el proceso constitucional en marcha, son cada vez menos los que están dispuestos a callar frente a la violencia. Orden y pueblo. Con la fluidez del escenario político, y la imposibilidad de capturarlo con instrumentos de medición de opinión pública, “¿quién gana?” es una pregunta imposible de contestar. Pero, como bien explica Tironi, teóricamente, tienen más posibilidades quienes logran interpretar de mejor manera la distribución de los votantes en los cuadrantes coyunturales. Y eso, por ahora, sigue siendo una pregunta abierta. Una idea que queda dando vueltas, suponiendo que es correcta la identificación de los ejes, y el posicionamiento de los candidatos descrito aquí, es sobre el potencial del cuadrante inferior derecho (pueblo/orden), que por estos días está despojado de candidaturas. Si el viento efectivamente cambia de dirección, y la gente se vuelca en masa a rechazar la violencia, sería el cuadrante con mayor potencial de los cuatro. Un candidato que hubiese representado muy bien a ese electorado es Mario Desbordes, un político que, como bien describe Hugo Herrera, se posiciona naturalmente en contra de la elite (economicista de derecha) y a favor del orden (en contra de la violencia). Por sus ideas políticas, y su propia historia personal, hubiese ocupado un espacio político que hoy está vacío, pero que mañana podría ser prominente.
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