Primera semana del gobierno Boric: Mala partida, grandes dudas. Por Sergio Muñoz Riveros ( EX-ANTE )
De lo que podemos estar seguros es de que la mayoría del país no aceptará cualquier proyecto de Constitución, por lo que, al comprometerse incondicionalmente con el resultado de la Convención, Boric comete un gravísimo error político.
Los disturbios del viernes 18 en plaza Italia permitieron constatar que los activistas del vandalismo no tendrán muchas contemplaciones con el nuevo gobierno, y que el PC, en caso de refriegas callejeras, siempre considerará culpables a los funcionarios de Carabineros.
¿Qué idea se habrán hecho Gabriel Boric, Giorgio Jackson, Izkia Siches y Camila Vallejo de cómo iba a ser el reto de instalarse en La Moneda y empezar a gobernar? Se supone que, en enero y febrero, conversaron largo sobre lo que se les venía encima, los primeros pasos que iban a dar y, naturalmente, el esfuerzo dirigido a demostrar que estaban capacitados para la tarea.
Pero, les ha jugado en contra la autosuficiencia, derivada del convencimiento de que representan a una generación llamada a cumplir una gran misión. “Somos parte -dijo Boric el domingo 13- de una generación que hace un par de años dijo fuerte y claro que quería cambiar las cosas”. O sea, se autoperciben como la vanguardia de una nueva etapa histórica, en una actitud cercana al mesianismo.
Se apagaron muy rápido los ecos de las celebraciones de la transmisión del mando, y vinieron enseguida, uno tras otro, varios errores que, en conjunto, entregaron una penosa primera impresión sobre un gobierno que, si algo necesita vitalmente, es inspirar confianza y hacerse respetar. En pocos días, se acumularon demasiadas señales negativas, las que han multiplicado las dudas acerca de lo que puede esperarse.
En la raíz de la mala partida no están únicamente la inexperiencia y la improvisación, sino sobre todo los condicionamientos ideológicos. Es visible que el feminismo de combate ganó amplio poder en La Moneda: fue la ministra de la Mujer quien abogó por la desautorización del ministro Carlos Montes, de Vivienda, por haber ofrecido al sacerdote Felipe Berríos un espacio en los planes del ministerio para eliminar los campamentos.
Sin acusación alguna en su contra, Berríos fue declarado culpable por extensión, del mismo modo que la Compañía de Jesús, por los abusos de Renato Poblete, fallecido en 2010. Paralelamente, Boric manifestó en la TV su incomodidad por la presencia de los cardenales Ezzati y Errázuriz en la ceremonia inaugural en la Catedral, por ser eventuales encubridores de delitos sexuales, lo cual abrió un frente de tensión con la Iglesia Católica.
Un mínimo realismo aconsejaba establecer una relación de buena voluntad con la jerarquía eclesiástica, incluso manifestando directamente la preocupación por el papel de Ezzati y Errázuriz, pero es evidente que Boric tiene sus propias prioridades, y una principal es demostrar que cumplirá el compromiso de encabezar un “gobierno feminista”.
¿Cómo explicar las destempladas expresiones de molestia de Boric hacia el rey Felipe VI de España por su supuesta responsabilidad en el atraso de la ceremonia en el Congreso? La Casa Real se vio obligada a explicar, desde Madrid, que el protocolo chileno era el responsable del atraso. ¿Por qué, entonces, una declaración tan imprudente? Probablemente, para probar a sus amigos del partido Podemos, en España, que él es tan antimonárquico como ellos, y demostrar a los colectivos indigenistas de acá que su gobierno se alza valientemente contra los conquistadores.
La ministra del Interior no pudo haber tomado una iniciativa tan temeraria como la visita a Temucuicui sin la autorización del Mandatario. Lo concreto es que quedó en evidencia una manera de enfocar el grave cuadro de la Araucanía con estimaciones precarias sobre lo que allí está en juego. Si el gobierno busca crear condiciones para el diálogo con los grupos político/delictivos que allí operan, lo que implicaría entrar a un dudoso proceso de negociación, se podría configurar un riesgo mayor para la seguridad interior del Estado. En el sur están actuando bandas armadas que ya hemos visto de lo que son capaces. Actuar con ingenuidad frente a ellas puede generar una situación peor de la que existe, que termine alentando el surgimiento de otros Temucuicui.
La actitud del Mandatario respecto de la Convención quedó sintetizada en su entrevista radial del lunes 14: “Cualquier resultado será mejor que una Constitución escrita por 4 generales”. Tal afirmación avala, pues, cualquier cosa que surja de la Convención sobre la base de reiterar la falacia de que la Constitución de los generales sigue vigente. El texto actual es el resultado de 30 años de reformas y le permitió al propio Boric acceder a la Presidencia. De lo que podemos estar seguros es de que la mayoría del país no aceptará cualquier proyecto de Constitución, por lo que, al comprometerse incondicionalmente con el resultado de la Convención, Boric comete un gravísimo error político.
Los disturbios del viernes 18 en plaza Italia permitieron constatar que los activistas del vandalismo no tendrán muchas contemplaciones con el nuevo gobierno, y que el PC, en caso de refriegas callejeras, siempre considerará culpables a los funcionarios de Carabineros.
Quedó en evidencia, además, que Daniel Jadue tiene sus propios intereses: aspira a tomar el control del PC en las próximas elecciones internas, y su línea de agitación y ruptura buscará aglutinar a los sectores de ultraizquierda más dispuestos a convertir la calle en el escenario principal de la política. Viene el Día del Joven Combatiente, el 29 de marzo, y el gobierno enfrentará una prueba de fuego respecto de su deber de defender el orden público.
Surgen muchas dudas respecto del rumbo que llevará el gobierno de Boric y de la dinámica que generará en un contexto en el que son demasiados los factores de incertidumbre. Es difícil que los esfuerzos que haga Mario Marcel en favor de la estabilidad económica no sean afectados por la inestabilidad política. La realidad es que la Convención puede contaminarlo todo. Y lo más definitorio: cuesta ver a Gabriel Boric como líder nacional, y es inquietante la posibilidad de que tenga que navegar en aguas revueltas y enfrentar una crisis.
En los tiempos que vienen, se necesitará que todas las fuerzas políticas se comprometan con la paz interna, la estabilidad y la gobernabilidad. Hay que evitar un retroceso institucional a toda costa.
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