Elecciones en RN: La hora decisiva de Mario Desbordes

La punta del iceberg. En la elección de este sábado en RN la disputa por la conducción del partido es sólo la punta del iceberg. Tras las listas encabezadas por Mario Desbordes y Francisco Chahuán, se posiciona también una larga retahíla de cuentas facciosas pendientes que van mucho más allá de los bordes partidarios. Más importante aún, de los resultados del fin de semana depende también la política de alianzas del partido con miras al nuevo ciclo presidencial.
No es un misterio que Mario Desbordes logró constituirse en la bestia negra de las facciones más conservadoras de su partido. Ni su origen social ni su agenda política son del agrado de Carlos Larraín y Andrés Allamand. Mucho menos lo es su condición díscola y desafiante respecto del tronco patronal de la derecha. Esta agenda política, sumada a la ácida crítica hacia una tecnocracia insensible a las razones políticas y sociales, puso también en línea de colisión a Desbordes con el Gobierno en general y con Sebastián Piñera en particular. Así las cosas, una de las primeras particularidades de la elección del sábado es que dos enconados adversarios –Piñera y “don Carlos”– estarán esperando el mismo resultado: la derrota de Desbordes. Esa unidad de propósito no los convierte en aliados, pero sus esperanzas y afanes apuntan al mismo lugar, algo así como una final que juega Colo Colo en la que cruzados y chunchos quieren verlo perder. La convergencia Lavín-Desbordes. Pero probablemente el efecto de mayor calado de la elección de RN no esté en su potencial de saldar las cuentas pendientes de Larrainistas y Piñeristas con Desbordes, sino en la posibilidad de, por el arte de birlibirloque, hacer explícita la convergencia de dos buques fácticos de la derecha, históricamente enfrentados, en una misma candidatura presidencial: la de Sebastián Sichel. Para cualquier observador informado resulta bastante evidente que, en el contexto de la primaria presidencial de Chile Vamos, las campañas de Lavín y Desbordes tienden a la convergencia. Y esta cercanía está lejos de cimentarse en un programa común o en una afinidad de larga data entre los candidatos, sino que responde al principal agente aglutinador de la política en la derecha: la existencia de enemigos comunes. La derecha, como bien describe Sofía Correa, no es una cuestión de afinidad, sino un asunto de clase y poder y en esto, los esfuerzos de Larraín y Piñera coinciden, al menos momentáneamente. La agenda de La Moneda en la primaria está pensada en el día en que Piñera entregue la banda presidencial. Para ese día el piñerismo carece de un lugar seguro de arribo en los partidos, lo que representa un problema doméstico para ejercer poder en el sector y un riesgo personal para el ciudadano Sebastián Piñera, que sabe que a la vuelta de la esquina lo esperan una larga lista de causas judiciales internas e internacionales. Para el Piñerismo es un asunto de poder y de sobrevivencia tener una proyección política tras dejar La Moneda. Esa es la razón por la que el hombre fuerte del Presidente, su primo Andrés Chadwick, aparece en difuminado al fondo de todas las operaciones políticas destinadas a fortalecer la candidatura de Sebastián Sichel. Junto con Chadwick, Allamand y su lugarteniente, Tomás Fuentes, presionan a diario para captar apoyos desde los principales partidos del sector y llevarlos a Sichel, operación que podría tener un catalizador relevante en caso de conseguirse el objetivo de derrotar a Desbordes en la interna partidaria. Sichel y el postpiñerismo. Nada de esto es novedad para Lavín, quien se aferra con dientes y muelas a su condición de candidato mejor posicionado en las encuestas para mantener a raya las asonadas de La Moneda y los conservadores de RN en su contra. El experimentado candidato de la UDI ha padecido en más de una oportunidad las hostilidades de Piñera y de Larraín en su dilatada trayectoria política, aunque esta es probablemente la primera vez que deberá enfrentarlos juntos. Lavín necesita que Desbordes gane este sábado. El candidato UDI sabe que sus opciones en una primaria concentrada son peores que en una dividida y en esa alquimia es clave que los partidos de la coalición se mantengan firmes tras sus candidatos. Un triunfo de Desbordes permitiría entonces reforzar su ascendiente en el partido, contener con ello la grúa que instaló Allamand en favor de Sichel y mantener la primaria en los términos actuales, que le siguen siendo favorables. Piñera, en tanto, necesita que su apuesta por construir un post-piñerismo en torno a Sichel rinda frutos y para ello, la derrota de Desbordes podría llevar agua a su molino. Así las cosas, bajo la vieja máxima del enemigo de mi enemigo es mi amigo, este sábado Lavín será el principal hincha de Desbordes mientras Larraín, Allamand y Piñera se prepararán para sentarse nuevamente a la misma mesa, con Andrés Chadwick de moderador y Sebastián Sichel como candidato.
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